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El 15 de noviembre de 1315, unos 1.500 montañeros (acompañados por tropas de otros valles) repelen en Morgarten, al sur de Zúrich, a las tropas (unos 3.000 a 5.000 soldados profesionales) del duque Leopoldo I de Austria, señor de los Habsburgo.

Un factor decisivo fue que la confederación gozaba de la protección del Sacro Imperio Romano Germánico, lo que la convertía en un protectorado y en un sitio inalcanzable para cualquier atacante. Fue sólo a partir de 1313, cuando Luis IV del Sacro Imperio fue proclamado rey del Sacro Imperio Romano Germánico, que los confederados se sintieron aliviados, pues el otro candidato al cargo de rey era un Habsburgo, lo que para ellos hubiera significado el final de su alianza y la anexión de los territorios confederados a los dominios de los Habsburgo. Esta guerra fue provocada por la incursión de Schwyz en el convento de Einsiedeln, hasta ese entonces bajo protección de los Habsburgo.

Esta fue una de las pocas ocasiones en la Edad Media en que una comunidad campesina logra vencer a su soberano feudal.

Confirmada algunos años antes por el célebre pacto de alianza (Rütli), la victoria de Morgarten refuerza la cohesión de los cantones alpinos. Esta los une con los cantones de los alrededores y sobre todo con las ciudades de Zúrich, Basilea y Berna.

Estas ciudades libres, aunque burguesas, hacen frente común con los paisanos contra las pretensiones de los Habsburgo.

Esos campesinos austeros se revelan entonces como los soldados más temidos de Europa, capaces de resistir contra los potentes caballeros de la nobleza. Tan sólo unos cuantos días son suficientes para preparar decenas de miles de infantes.

Desde que reciben la consigna, los confederados dejan sin demora su granja, cogen su pica y se ponen en marcha. Al momento del ataque, mientras que los enemigos se aterrorizan por la imponencia de los picos alpinos, los confederados aprovechan para atacar a la caballería mediante las largas picas y alabardas.